Crónica desde Perú

Ante el conflicto que se vive en Perú entre las comunidades indígenas de un lado y el gobierno y las empresas mineras del otro, nuestros amigos y colegas Chaska y Dani han decidido dar voz a los habitantes afectados por el proyecto minero Conga.

Dice una leyenda andina, que ante la llegada de los españoles, la gente cargó con todo el oro hasta las lagunas y lo arrojó en ellas. Luego, un viejo se sumergía en el agua para cuidar el oro; por eso quien se acerca a las lagunas queda hechizado. “Antes las lagunas eran bien bravas, no dejaban que nadie se les acercara, ahora están mansas”, dice una mujer de El Tambo, una de las poblaciones que se verían afectadas caso de aprobarse el proyecto minero Conga, de la minera Yanacocha (la mayor minera de oro de Sudamérica).

Quizás las lagunas están mansas porque se sienten amenazadas y necesitan cuidados, que se las conozca, para que las quieran, para que las protejan. Quizás esa es la razón por la que la minera y el gobierno han cortado los accesos a las lagunas y por eso cientos de policías y militares impiden ahora el paso, para que nadie vea, para que nadie sepa, para que nadie sienta.

Son lagunas estancas, dice la minera, meros recipientes naturales de agua que alimentan a los ríos cuando se desbordan con las lluvias. Pero las personas que habitan los valles no lo ven así, de las piedras brotan cientos de manantiales que forman riachuelos y ríos hasta llegar al mítico Marañón, ahora también en peligro. Sus mayores subieron una noche a las lagunas con pétalos de flores y los arrojaron al agua; a la mañana siguiente, en los valles, los vieron brotar de los manantiales. Sus descendientes, las personas que habitan hoy Bambamarca y Celendín, están dispuestas a demostrarlo de nuevo. Subirán a las lagunas, dicen, romperán el cerco y esperarán en ellas a que el gobierno de marcha atrás con el proyecto minero Conga, que prevé secarlas y usarlas como botadero de residuos tóxicos. Si los miles de policías y militares enviados a la región reciben orden de disparar, morirán en las lagunas defendiendo su agua. Los ríos, al día siguiente, se teñirán de sangre. Esa es la determinación de las miles de personas que habitan los valles. Si no defienden el agua hoy, en el futuro no habrá agua para nadie.

Daniel Lagares.