En su incansable y valiosa labor como documentalista, Mariano Agudo (Samba, un nombre borrado, Guillena 1937) se une a María Rodríguez en esta película, en la que el anciano Horacio Hermoso evoca la figura de su padre, el último alcalde republicano de Sevilla: una persona profundamente humanista que desde la política trató de paliar el atraso secular que vivía el país. Tras el golpe de estado de 1936, fue fusilado en las tapias del cementerio de Sevilla y su cuerpo arrojado a una fosa común. Ochenta y cuatro años más tarde se inicia la exhumación de esta fosa y su recuerdo resucita de la mano de su hijo Horacio, el guardián de su memoria.